la presión de la necesidad de un hijo para el cumplimiento la promesa, entra en escena la carne o, a lo mejor, lo muy humano. Abram sugiere a Dios que un hijo nacido en su casa calificaría de heredero. “Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer? Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa” (Génesis 15:2, 3). La cultura y la ley de Hammurabi permitían
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